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Eficiencia en la iluminación pública Por Raúl Lataillade, Gerente de Alumbrado Público de IEP de Ilu

Toda sociedad es un sistema de interpretación del mundo. El imaginario social se va constituyendo en la medida que una forma eventual de ordenar al mundo se impone como única o predominante, no a la manera de una imposición fundada en la fuerza, sino producto de condiciones sociales, históricas y culturales. De algún modo, nosotros somos los lugares en donde estuvimos. Por tanto, el medio ambiente está culturalmente marcado por el hombre, condiciona y transmite significaciones que son parte integral del funcionamiento cognitivo, empírico, sensorial y de comportamiento del individuo. Respecto a la iluminación de las ciudades, al ser parte del entorno urbano forma una especie de encuadre, un marco de referencia cultural-ambiental en donde el hombre se desarrolla y se vincula con otros conformando parte de su idiosincrasia.

Este lugar de pertenencia (la plaza del pueblo frente al municipio donde jugó con sus amigos los paseos de noche por su barrio, o la peatonal de su ciudad) lo identificará con otros en el ámbito social y cultural. Veo que en la actualidad las personas que habitamos en las grandes ciudades nos hemos convertido en luz-dependientes. Vivimos una especie de “scotophobia” (miedo a la oscuridad). Si bien la iluminación pública cumple claramente un rol relacionado a la seguridad, funciona además como una especie de proyector-seguidor de una obra teatral en la noche de la ciudad donde, si no se trabaja previamente en el planeamiento y los proyectos adecuados para cada aplicación, se podría estar iluminando una zona mas que otra, señalando u ocultando, simbolizando o condicionando un barrio más que otro, por el mero hecho de cómo se ha iluminado.

De aquí la importancia de pensar hoy en la trama de la iluminación pública ya que los ciudadanos somos cada vez mas exigentes en tanto a la luz que necesitamos para ver y ser vistos y a la vez ser reconocidos por otros, pero poco conocemos de la eficiencia energética. Desde esta perspectiva, resolver este dilema no es un tema menor para los gobiernos y profesionales del sector ya que la demanda de la iluminación pública crece a un ritmo vertiginoso debido al propio desarrollo de las ciudades.

Desde el punto de vista técnico, el alumbrado público es un servicio que comprende a toda instalación o sistema de alumbrado cuyo objeto es crear condiciones de visión adecuadas en los espacios urbanos. Con este fin se establecen normas respecto a clasificación de luminarias, clasificación de arterias, valores de iluminancias y uniformidades mínimas a conservar.

El alumbrado público tiene algunos objetivos principales como, por ejemplo, permitir actuar con seguridad a los conductores de automóviles, motocicletas, bicicletas, etc., permitir a los peatones que vean los peligros y puedan orientarse, que reconozcan a otros peatones y obstáculos y tengan una sensación de seguridad, y que mejore la apariencia nocturna del espacio urbano. Otras recomendaciones hablan de constituir un elemento integrado en el paisaje urbano, facilitar la orientación y desalentar la criminalidad y el vandalismo.

Habitualmente, una instalación se evalúa únicamente por su costo inicial, y de ese modo se deja de lado el costo operativo y de mantenimiento. Toda nueva instalación debería contemplar no solo el costo inicial, es decir, el precio unitario de los componentes que hacen a esa obra de iluminación, sino además el costo operativo y el costo de mantenimiento, como mínimo, durante los primeros diez años. Debemos preguntarnos cuánto costará mantener ese punto de luz encendido y, principalmente, cada cuánto tiempo deberé volver a subir para repararlo.

A modo de ejemplo, un municipio o empresa privada que hace el mantenimiento del parque lumínico de una ciudad que cuenta con 50.000 luminarias, con cinco cuadrillas podría atender unos 120 o 140 puntos de luz por día aproximadamente. El costo de cada asistencia a cada punto de luz ronda aproximadamente entre $200 y $250, sin contar el costo de los insumos (lámparas, balastos, etc.).

Esta simple ecuación diría que esa empresa, si tuviera que reparar todas las luminarias en un año, tardaría unos 417 días hábiles en volver a subir a la primera, y gastaría unos $12.500.000 en ese período (sin duda, se acelerará el tiempo de depreciación de la instalación a medida que pase el tiempo). Aquí la gran variable para que la ecuación económico-financiera siga siendo viable y no impacte en el servicio es “el tiempo que tarde la empresa o el municipio en volver a subir a cada punto de luz incluyendo el mantenimiento preventivo.

Si para ahorrarse dinero al comienzo de la obra no se le da importancia a la calidad de cada componente, a la garantía, ni al costo de mantenimiento y al primer mes se empiezan a apagar las luminarias o falla la instalación, ese costo virtualmente ahorrado se disparará inmediatamente. Habida cuenta que si tenía un presupuesto asignado para esa tarea y rápidamente comienzan las fallas me costará cada día más caro mantener la misma instalación encendida, y terminará siendo diez veces más costosa que antes de empezar…

Esa instalación habrá dejado de ser eficiente para convertirse en un nuevo problema para el municipio, la empresa y los ciudadanos, que al final, somos los que pagamos el servicio. Que esto no suceda dependerá justamente de que, en la ingeniería, planificación, especificación técnica de los pliegos, compra de materiales, implementación y ejecución se utilicen componentes de primera calidad, artefactos con nuevas tecnologías y de muy bajo mantenimiento, con equipos auxiliares de alta confiabilidad, con columnas, tableros, cables e insumos específicos para cada aplicación, normados y de muy alto rendimiento. Reparar una instalación subterránea defectuosa, o luminarias de mala calidad que al poco tiempo están llenas de insectos, de agua, que se abren las tapas de los equipos auxiliares y quedan colgando en la vía publica, siempre será más costoso que cuando están abajo.En este sentido, ejemplos de luminarias de alumbrado público son las que cuentan con un grado de protección IP 65 e IP 66, (ídem a las ópticas utilizadas en los autos) en las que la lámpara está totalmente protegida contra el polvo y contra los chorros de agua. Estas características técnicas disminuyen el costo de mantenimiento por menor frecuencia de limpieza, reducen la contaminación sobre los cobertores, protegen y garantizan la vida útil de la lámpara y del espejo, y mantienen la fotometría con la que fue originalmente proyectada la obra a iluminar, conservando los valores de Emed (Lux), como los coeficientes de uniformidad G1 y G2 para los que se diseñó dicha instalación. Además, evitan el ingreso de insectos y aves, tan común en luminarias antiguas y de apertura por gravedad de mala calidad, con un bajo grado de protección. Es común encontrarse con parques de alumbrado público que siguen utilizando artefactos diseñados hace 30 años, con distribución de la luz a través de refractores de vidrio al borosilicato prismado, y no suelen contar con reflectores internos, o conservan los antiguos de dos piezas. Muchas de ellas están llenas de insectos y/o agua, con las tulipas totalmente corroídas, es decir, cada noche iluminan un poco menos, pero siguen consumiendo lo mismo y perdiendo su rendimiento (Lm/W). Creo que éste es un tema muy importante en tanto a la eficiencia, ya que ha cambiado el concepto de cómo diseñar una luminaria más eficiente. Hoy la fotometría depende del espejo enterizo (óptica) y ya no del vidrio prismado, (como también sucede en las ópticas y de apertura por gravedad de mala calidad, con un bajo grado de protección. Es común encontrarse con parques de alumbrado público que siguen utilizando artefactos diseñados hace 30 años, con distribución de la luz a través de refractores de vidrio al borosilicato prismado, y no suelen contar con reflectores internos, o conservan los antiguos de dos piezas. Muchas de ellas están llenas de insectos y/o agua, con las tulipas totalmente corroídas, es decir, cada noche iluminan un poco menos, pero siguen consumiendo lo mismo y perdiendo su rendimiento (Lm/W). Creo que éste es un tema muy importante en tanto a la eficiencia, ya que ha cambiado el concepto de cómo diseñar una luminaria más eficiente. Hoy la fotometría depende del espejo enterizo (óptica) y ya no del vidrio prismado, (como también sucede en las ópticas 700.000 luminarias de alumbrado público en todo el país (dependerá de los municipios que se sigan adhiriendo al programa).

Las medidas de eficientización son el remplazo de lámparas incandescentes, mezcladoras y de mercurio por lámparas de sodio, la instalación de nuevas luminarias, más eficientes y la colocación de atenuadores de potencia.

El Programa Nacional de Uso Racional y Eficiente de la Energía (PRONUREE) fue creado por el Poder Ejecutivo Nacional a través del Decreto Nº 140, del 21 de diciembre de 2007. El objetivo del PRONUREE es propender a un uso eficiente de la energía, lo que implica la adecuación de los sistemas de producción, transporte, distribución, almacenamiento y consumo de energía, procurando lograr el mayor desarrollo sostenible con los medios tecnológicos al alcance, minimizando el impacto sobre el ambiente, optimizando la conservación de la energía y la reducción de los costos. El PRONUREE - Alumbrado Público (anexo I, 2.7 del decreto) es un subprograma que promueve el uso eficiente de la energía en los sistemas de alumbrado público existentes en todo el territorio de la República Argentina.

IEP de Iluminacion S. A. forma parte de los fabricantes de luminarias enmarcados en este plan, desde 2008. Les agradezco a todos los municipios que han confiado en nuestros productos para llevar a cabo el plan PRONUREE y han terminado la reconversión en sus ciudades con éxito, como a aquellos con los que aún estamos transitando juntos este proceso.

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